En el nombre de la madre by Erri De Luca

En el nombre de la madre by Erri De Luca

autor:Erri De Luca [De Luca, Erri]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2006-01-01T05:00:00+00:00


Tercera estancia

Ensilló el asna con una tela suave, me ayudó a montar levantándome en vilo y dejándome sobre el lomo del animal. Fue el primer abrazo de nuestras bodas. Lo repetimos en cada parada, un abrazo para bajar, otro para montar. Cargó sobre sus hombros el mayor peso para que no se esforzara el asna. Había cortado un trozo de olivo para apoyar el paso, un bastón descortezado más alto que él. Partimos cuando no era aún de día para no tropezarnos con miradas.

En principio, en invierno no es rara la nieve en nuestras tierras. De noche se conserva en los campos, sobre los árboles. Las carreteras estaban atiborradas de viajeros obligados a desplazarse a causa del censo. Era necesario inscribirse en el lugar de nacimiento.

—Sólo aquellos que han permanecido allí donde nacieron, jamás transvasados como el vino en los posos, no deben desplazarse —era el comentario de aquéllos con quienes nos encontrábamos y con quienes compartíamos un trozo del camino. Muchos eran los carros, la gente aprovechaba para llevar por ahí algo de comercio también.

Se formaban colas, las ruedas se atascaban. Los campos estaban blancos; la carretera, negra de viandantes y fango; el cielo, una corriente azul bajo el viento del norte. Respiraba hondo para dar a conocer al niño también las sorpresas del mundo. Estaba hecho de opuestos, lo alto y lo bajo chocaban y despedían chispas o bien se rozaban con una caricia. Las pezuñas del asna llamaban a la puerta de la tierra en señal de saludo, las copas de los árboles respondían sacudiendo un poco de nieve desde las ramas.

A lo largo de los caminos los hombres se saludan y se cuentan las nuevas. Las mujeres negocian apartadas algunos intercambios. Prefiero permanecer cerca del asna y, sin darlo a entender, escucho las palabras de los hombres. Uno de ellos le dice a Iosef:

—¿Qué os parece? ¿Estamos o no dentro del verso de nuestro Kohèlet[8], hijo de David, rey en Jerusalén: Todos los ríos van al mar y el mar no se llena?

—Decís bien —responde Iosef—, henos aquí diseminados como torrentes de Négueb tras el aguacero. Se me viene a la mente otro versículo de nuestro Kohèlet: Un agravio hecho no podrá enderezarse.

—Sin duda —contesta el otro—, para este censo no hay remedio, es un agravio de raíz y no de rama —los hombres meten de buena gana las escrituras sagradas en medio de las tareas cotidianas.

Con el embarazo ha crecido el gusto por las palabras, por su importancia. Comprendo mejor a los hombres que tanto las valoran. Debe de ser el niño que me enseña, él, que se ha plantado dentro de mí con un anuncio, con las palabras de una bendición.

Iosef ofrece unas aceitunas, el otro corresponde con un poco de queso. Retoman la conversación. El hombre prosigue:

—La continuación del verso recordado por usted reza: Y lo que falta no se podrá contar. Podemos interpretarlo así: si muchos de nosotros no acudimos a que se nos apunte, sus cálculos serán vanos.

Iosef lo entiende de manera distinta:

—Es mejor obedecer, ha habido demasiados lutos por resistirnos a los Romanos.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.